Este breve novela, protagonizada por una niña llamada Gertrudis y escrita en primera persona, se caracteriza por su tono familiar y cercano a los jóvenes lectores. El humor, la sencillez del día a día y la ingenuidad de la protagonista son rasgos que van componiendo el argumento. Dividido en meses, a modo de capítulos, así se contribuye a dar calidez y cotidianidad a lo que se va narrando, el día a día de una niña de siete años. Una historia ingeniosa, tierna y ocurrente con las que el lector pasará buenos ratos. Este breve novela, protagonizada por una niña llamada Gertrudis y escrita en primera persona, se caracteriza por su tono familiar y cercano a los jóvenes lectores. El humor, la sencillez del día a día y la ingenuidad de la protagonista son rasgos que van componiendo el argumento. Dividido en meses, a modo de capítulos, así se contribuye a dar calidez y cotidianidad a lo que se va narrando, el día a día de una niña de siete años. Una historia ingeniosa, tierna y ocurrente con las que el lector pasará buenos ratos.

Gertrudis y los días

Febrero

Hace años que mi abuela Teresa tiene estropeada la nevera. Se trata de una nevera antigua, con una especie de patas como las de un elefante. Son tan gruesas, que parecen a punto de echarse a andar. Si no fuera porque no hay elefantes blancos y si no fuera porque las patas de la nevera no tienen colgajos, como los elefantes y los brazos de la abuela, la nevera parecería un elefante de verdad. Quiero decir, que es muy grande y muy profunda y también un poco achaparrada. Lo cierto es que no funciona.