Un exhaustivo análisis preliminar de la obra a cargo de la histórica filóloga y catedrática de Teoría de la Literatura y Literatura Comparada María del Carmen Bobes, esboza los vasos comunicantes entre Hamlet, la célebre tragedia del dramaturgo inglés William Shakespeare, y el magnífico panegírico sobre la primera adolescencia y la vida en la desoladora España de posguerra que traza el Premio Cervantes Jiménez Lozano. El texto tiene sabor recio y castellano, con abundantes evocaciones a una época, descrita con maestría, en donde era común el trasiego de artistas que debían buscarse la vida de pueblo en pueblo.
En esa ruta por la supervivencia, una compañía teatral aparece en una aldea con la necesidad de reclutar a algunos de sus habitantes para configurar el reparto debido a una serie de imprevistos. Solo con su ayuda pueden llevar a buen puerto la representación del clásico de las letras anglosajonas. Es la oportunidad de Carolina, una maestra que lucha contra las habladurías y las convenciones sociales y que siempre ha sido aficionada a las artes escénicas.
Narrado desde el punto de vista de un joven enamorado, la historia fusiona la dulzura del recuerdo con la nostalgia dolorosa de un tiempo cruel.
Un exhaustivo análisis preliminar de la obra a cargo de la histórica filóloga y catedrática de Teoría de la Literatura y Literatura Comparada María del Carmen Bobes, esboza los vasos comunicantes entre Hamlet, la célebre tragedia del dramaturgo inglés William Shakespeare, y el magnífico panegírico sobre la primera adolescencia y la vida en la desoladora España de posguerra que traza el Premio Cervantes Jiménez Lozano. El texto tiene sabor recio y castellano, con abundantes evocaciones a una... Seguir leyendo
Se llamaba Carolina
Cuando llegó el cine al pueblo y, con él, gente como El Gordo y El Flaco, Pepito Pamplinas o Charlot, que según se sabía ya habían estado en Madrid muchos años antes de la guerra, pero les habían echado de allí o se habían venido ellos mismos por los pueblos y hasta por los andurriales, porque ya no gustaban a las gentes de la capital, y el pueblo mismo la gente dijo que todo cambiaría y muchas cosas ya se quedarían viejas como, desde luego, el teatro, tanto el que se hacía en las escuelas por los chicos y chicas mayores, o por la gente ya mayor del pueblo, como el teatro que representaban las compañías ambulantes que venían.