Solo quien ha crecido en un pueblo, o vivido largas temporadas en él, puede retratar con tanto acierto un ecosistema tan peculiar, y emotivo, como el que tiene lugar en esos pequeños universos que quedaron atrapados para siempre en la memoria de muchos lectores. Personajes entrañables y únicos, como el hombre carta, correo de ilusiones entre los habitantes de toda edad, niños felices jugando a detener el tiempo a lomos de un monopatín, pequeños campaneros sensibles y nostálgicos que saborean cada atardecer desde la torre y escriben poemas; relatos ancestrales que han pasado de generación en generación, palabras sabias de mayores, el sabor de la fruta arrancada del árbol, la emoción de un paseo junto al primer amor… Todos esos instantes mágicos brotan entre las páginas de esta breve pero intensa antología, modelada con el gusto y la sensibilidad de un narrador impecable, cuyas historias son reinterpretadas en ilustraciones, sencillas pero cautivadoras, bocetos limpios y certeros que homenajean un escenario, hoy tan susceptible a la velocidad que impone este siglo, en el que sin duda nunca dejarán de ocurrir cosas tan pequeñas y, a la vez, tan grandes como las que aquí suceden.

Solo quien ha crecido en un pueblo, o vivido largas temporadas en él, puede retratar con tanto acierto un ecosistema tan peculiar, y emotivo, como el que tiene lugar en esos pequeños universos que quedaron atrapados para siempre en la memoria de muchos lectores. Personajes entrañables y únicos, como el hombre carta, correo de ilusiones entre los habitantes de toda edad, niños felices jugando a detener el tiempo a lomos de un monopatín, pequeños campaneros sensibles y nostálgicos que saborean cada atardecer desde la torre y... Seguir leyendo