Los mitos nunca mueren, por eso, aunque dos personajes fundamentales en la reciente historia del cómic español como Mortadelo y Filemón (sin obviar la amplia galería de secundarios gloriosos, como el profesor Bacterio, el superintendente Vicente u Ofelia, que acompañaron a los dos protagonistas en casi todas sus peripecias); hayan quedado huérfanos, -al igual que sus millones de lectores en todo el mundo-; las aventuras continuarán de uno u otro modo. Con reediciones de sus infinitas publicaciones, reflejo de los cambios sociales producidos en los siglos XX y XXI a través del prisma del humor absurdo y descacharrante -no exento de crítica social-; estudios o con la publicación, como es este caso, de obras inconclusas. Con el mismo modus operandi de la sociedad Moulinsart en el caso de "Tintín y el Arte Alfa", otro cómic sin finalizar por la muerte de su creador; la incursión de los famosos investigadores de la TIA en una nueva olimpiada (llevan acudiendo a ellas desde hace décadas para solucionar variados entuertos); pone en valor los meses de trabajo que Ibáñez vertió en sus folios durante los últimos instantes de vida. Los bocetos conservan el vigor y la viveza que caracterizan su estilo inconfundible, con una profusión de gags y un argumento lleno de acción que poco hacían presagiar el declive que la salud del genio barcelonés sufrió en el último tiempo. Junto a esos trazos a lápiz, limpios y precisos, se incluye el guion tal y como nacía en la máquina de escribir (tal vez solo él y unos pocos más, como Woody Allen, mantenían este hábito en plena era digital); trufado como siempre de esas rebuscadas y divertidas palabras que han hecho ampliar el vocabulario a varias generaciones con términos que, de otra forma, tal vez nunca habrían conocido; y de un humor socarrón y afilado que retrata a la perfección la sociedad española. La última viñeta, con los héroes convertidos en figuras esquemáticas y un fundido a blanco, son una emotiva metáfora del final de una época. La obra esta prologada por el escritor y miembro de la RAE, Arturo Pérez-Reverte, y cuenta con un epílogo del periodista, crítico, ensayista y dibujante Jordi Canyissa, que confirma lo que todos pensamos: esto no es un final. Una joya para coleccionistas y seguidores acérrimos.

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