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De lo que tengo miedo es de tu miedo.
William Shakespeare
Como decía León Felipe en Sé todos los cuentos, (Antología Poética. A Coruña: Ediciós do Castro, 2007); "el miedo del hombre ha inventado todos los relatos". Desde los origenes de la narración oral y escrita, el terror ha sido un tema recurrente en los argumentos de las mejores historias. El miedo está presente en todas las especies, es fuente de leyendas en todas las culturas... Es un género con ejemplos brillantes en los cuentos, en las novelas, en los cómics y, por supuesto, en el cine y en las obras de teatro.
Desde bien pequeños nos sorprenden con historias como Juan sin miedo, un relato fantástico de los hermanos Grimm protagonizado por un jovencito que no conoce ese sentimiento y decide embaucarse en mil aventuras con el objetivo de descubrir tal extraña sensación; o ya en la preadolescencia, es fácil encontrarse con El monte de las ánimas, de Gustavo Adolfo Becquer, un relato al que muchos chicos y chicas llegan desde la escuela.
Pero si deseamos un miedo elegido, si optamos por consagrar conscientemente parte de nuestro tiempo a disfrutar con esa mezcla de sentimientos que solo el terror proporciona a algunos lectores, tal vez debamos ordenar cuidadosamente las estanterías y recuperar a los que nunca envejecen. Podemos empezar por la obra de dos de sus padres (dos coetáneos importantes, populares y revolucionarios del género): Edgar Allan Poe y Joseph Sheridan Le Fanu.
La biblioteca de un buen aficionado al género tampoco debe excluir a Guy de Maupassant, un escritor admirado por Quiroga, Tolstoi o Chéjov, en cuyos cuentos siempre estaba presente lo sobrenatural y la muerte. En otro de los apartados puede figurar E.T.A. Hoffman, cuyas siniestras historias fantásticas ahondan en los temores infantiles o las supersticiones populares.
Junto a él Mary Shelley, la madre gótica de Frankenstein o el moderno Prometeo; Bram Stoker y Drácula, para completar la pareja de mitos del terror, o su menos conocido pero no por ello menos sobrecogedor, Los Dualistas; también los atormentados espectros y fantasmas imaginados por Montague Rhodes James y las pesadillas y delirios de H. P. Lovecraft.
Cuando encendamos la vela para disponernos a leer en la oscuridad de la noche, tampoco podemos olvidarnos de los Cuentos crueles del conde de Villiers de l'Isle-Adam. Bien entrada la madrugada podemos desempolvar el tétrico y macabro Experimento del Doctor Heidegger, de Nathaniel Hawthorne, para pasar a los sudores frios.
Si escuchamos ruido en la calle, conviene mirar entre los visillos, por si se trata de los cascos del caballo de Sleepy Hollow, una de las leyendas firmadas por Washington Irving a principios de siglo XIX en su famosa colección The Sketch Book of Geoffrey Crayon.
Cuando empecemos a recuperarnos de los sobresaltos y creamos, al fin, estar vencidos por el sueño, recordemos a Horacio Quiroga al abrazar nuestra almohada, tal vez aun queden fuerzas para abandonar la cama y volver a sus Cuentos de amor, de locura y de muerte, donde nos hablaba del Almohadón de plumas.
De forma reposada, cuando pasen unos días, es el momento de disfrutar de otras historias firmadas por autores que no destacaron especialmente en este género, como Alejandro Dumas o Robert Louis Stevenson, pero que también dejaron cuentos inolvidablemente terroríficos, como Historia de un muerto contada por si mismo o El diablo en la botella.
Si en cualquiera de los casos anteriores algún lector decide abandonar alguno de los relatos propuestos, siempre debe recordar que no es valiente quien no tiene miedo, sino el que teniéndolo, sigue adelante. Y si quiere sondear en otro tipo de miedos, pues la literatura no ha satisfecho ese deseo de pasar un mal (o buen rato) durante el fin de semana, siempre se puede consultar la web de la Biblioteca Virtual del Ministerio de Defensa donde acaban de "desclasificarse" todos los expedientes "secretos" sobre fenómenos paranormales o extraterrestres acaecidos en la península ibérica en la segunda mitad del siglo XX.
Descubre todos estas historias junto a nosotros:
[Las imágenes son de David Roberts, para Cuentos de terror de los objetos malditos (SM, 2009); y Ana Juan, para Carmilla (Fondo de Cultura Económica, 2014)]
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