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Un Plan Individual de Lecturas (PIL) para formar el hábito lector en ESO (Primera parte)

 

«No hay tratamiento más serio y radical que la restauración del aprendizaje del buen leer en la escuela. El cual se logra (...) poniendo al escolar en contacto con los mejores profesores de lectura: los buenos libros.»  Pedro Salinas

 

Introducción

Hay que personalizar la práctica de la lectura en el ámbito educativo; conviene establecer un corpus lector que recoja los diversos Niveles de Competencia Lectora (NCL) y gustos temáticos existentes en las aulas de Secundaria, en perfecta sintonía con el desarrollo de la competencias recogidas en la LOE (España). Nuestro Plan Individual de Lecturas (PIL) defiende, por encima de todo, el asesoramiento individual de la lectura, de su proceso y de su evaluación en el aula. Pero ¿cómo hacerlo?

No hay que olvidar que nuestro Plan Individual de Lecturas (PIL) es abierto y somete a revisión permanente el grado de satisfacción que cada libro produce en el alumno. Así, desde la hermenéutica del presente se confiere validez actual a los libros juveniles o clásicos que se incorporan al PIL de cada curso, pues el profesor, conjuntamente con el alumno, ha comprobado qué tipo de obras son las más idóneas para el fomento de la lectura. La conclusión no arroja dudas: el corpus lector de los alumnos lo integran obras de dispar procedencia, recogidas bajo el rótulo de «literatura apta para jóvenes», y en el que se recogen principalmente títulos de Literatura Juvenil, y algunos «textos clásicos inteligibles» (por su nivel conceptual y por su nivel de competencia lectora) para los alumnos, amén de otras obras de la literatura juvenil decimonónica, fundamentalmente inglesa (La isla del tesoro, por ejemplo), en 3º y 4º de ESO.

El punto de partida: el asesoramiento personalizado

Nosotros partimos de la base de que la oferta de libros ha de ser amplia, lo que obliga al profesor a seleccionar con el fin de orientar individualmente a los alumnos sobre el libro que en cada momento se estime más pertinente. Esta es la esencia de nuestro Plan Individual de Lecturas (PIL): el asesoramiento personalizado de la lectura en el aula.

Daniel Cassany defiende que «no siempre es necesario que todo el grupo lea el mismo libro. El profesor puede organizar un sistema de intercambio de información o incluso de préstamo entre los alumnos que han escogido libros distintos. Se pueden generar trabajos y debates en grupo interesantes y motivadores para que los alumnos se recomienden libros entre sí» (1994, p.506).

El papel de la Literatura Juvenil

Como hemos dicho, la presencia de la Literatura Juvenil en la ESO es imprescindible. Nada hay que objetar frente a quienes siguen empecinados en explicar el canon de literatura clásica con una metodología que suele ser por lo general intransitiva en su búsqueda del alumno como receptor, quien, por otra parte, acaba alejándose gradualmente de la lectura. Pero no hay que olvidar que los docentes tienen libertad absoluta para decidir qué libros integran su corpus de lectura. Desde una perspectiva fundamentalmente educativa y didáctica, la Literatura Juvenil que defendemos sería aquella que:

  • Posee un léxico adecuado a la competencia lectora de los alumnos, y permite un progresivo perfeccionamiento verbal. Esta LJ ha de ser una literatura experiencial (una educación literaria más que una enseñanza de la literatura), en el sentido de que este tipo de literatura influye, por mímesis, en la vida de los alumnos al mostrar conflictos propios de la juventud.
  • La LJ debe huir tanto de la moralina con la que ha estado atenazada durante años, como de los libros por encargo en que se desarrollan los temas transversales, pues toda literatura debe crear mundos estéticos y autónomos de significado que surjan de la necesidad interior del escritor. Se trata de defender, por encima de otras consideraciones, el principio de calidad literaria.
  • La LJ es un subgénero de reciente creación, cuyo desarrollo se ha visto favorecido por la escolarización obligatoria de los adolescentes. La Literatura Juvenil ha de ser entendida, según Jaime García Padrino (1998, p.108), como una literatura de transición para el marco educativo de la adolescencia, y no una literatura sustitutiva de la clásica.
    A muchos libros de esta LJ, Daniel Cassany los considera libros anzuelo, porque su objetivo inicial es pescar lectores, para conseguir progresivamente «lectores formados y críticos» (1994, p.508).

Evaluación de la lectura

La evaluación de la lectura será siempre procesual. Y utilizamos dos sencillos sistemas:

  1. Decidimos que la metodología se base en la lectura en el aula, ejercicio lector que irá acompañado de un Cuaderno de Lectura, divido en tres partes y en el que se realizarán las siguientes actividades:
  • Diario de lectura. Es un quehacer básico en nuestro proyecto. Los alumnos pondrán la fecha y el número de páginas que leen en cada sesión, y acto seguido resumirán brevemente el contenido de lo leído. Es un simple ejercicio que mide perfectamente el grado de aprovechamiento del proceso lector por parte del alumnado.
  • Diccionario personal. Durante el tiempo de lectura los alumnos anotarán al final del cuaderno las palabras que desconozcan, así como las citas textuales que consideren oportunas. Es interesante invitarles a que elaboren su propio diccionario en soporte digital, mediante una tabla de Word, porque esta actividad se llevará a cabo durante toda la etapa de Secundaria.
  • Expresión escrita. Se destinará un apartado, justo en medio del cuaderno, para la escritura a partir de la lectura de cada libro. No obstante, su desarrollo dependerá del grado de rendimiento académico de un determinado grupo.
  1. Otra práctica para evaluar la lectura durante el proceso y el final del acto lector consistirá en las conversaciones profesor-alumno.
    Por un lado, favorece la expresión oral; y, por otro, se convierte en una herramienta esencial para evaluar individualmente a los alumnos de sus diferentes lecturas.
    Por lo general, jamás se propondrá el examen escrito para evaluar la comprensión de un libro, porque, desde nuestra concepción de la didáctica de la lectura, se desvirtuarían los objetivos que se persiguen. Consideramos que en Secundaria no es aconsejable la obligatoriedad de trabajos documentados a partir de la lectura, ni consiguientemente una evaluación exhaustiva sobre el libro leído. Bastaría, excepcionalmente, con la redacción parcial de algunas cuestiones básicas contenidas en las guías didácticas de lectura (comprender lo leído, vocabulario, breve análisis de los temas y de los personajes…).

Este texto es una colaboración de Julián Montesinos

 
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