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Alicia se hace mayor

El 24 de mayo se conmemora este año el sesquicentenario de la publicación de Alicia en el país de las maravillas, la obra de Lewis Carroll. Gran Bretaña celebra a su icono literario con reediciones de la novela y una renovada producción crítica, y en el resto del mundo se han multiplicado las nuevas ediciones de este clásico de la literatura.
 

“If I had a world of my own, everything would be nonsense” L. C.

ANÉCDOTA CAMPESTRE

Resulta extraño imaginar, en estos tiempos de escritura profesionalizada, que uno de los grandes textos que conforman el canon de la literatura inglesa decimonónica fuera concebido de forma anecdótica durante una apacible tarde de verano en las inmediaciones de Oxford, o así es como la historia de la creación de Alice’s Adventures in Wonderland [Las aventuras de Alicia en el País de las Maravillas] ha llegado hasta nosotros, merced al relato de su autor (por entonces –1862– un recién nombrado diácono que impartía lecciones de matemáticas en el Christ Church, el vetusto y distinguido college de la ciudad) y de algunos de quienes lo trataron en muchas ocasiones. Así, con el objeto de entretener a las hijas del deán de la catedral de esa comunidad universitaria, ideó una narración oral que presentaba uno de los viajes iniciáticos más desconcertantes de cuantos se han escrito, en especial si se toma en consideración que las destinatarias eran unas niñas, tres hermanas de entre ocho y trece años.

 

Lewis Carroll realizaba frecuentes excursiones campestres con la familia del reverendo Henry Liddell.

UNA PERSONALIDAD POLIFACÉTICA

Charles Lutwidge Dodgson (Daresbury (Reino Unido), 1832), quien adoptaría el pseudónimo de Lewis Carroll cuando, veinteañero, comenzó a publicar poemas y sátiras en gacetas y revistas de la época, no olvidaría con facilidad esa tarde en la que, Alice, la mediana de las Liddell, emocionada con su relato, le pidió que lo transcribiera para conservarlo, petición que atendería tiempo después introduciendo notables modificaciones e ilustraciones de cosecha propia, y denominando con el título unitario de Alice’s Adventures Under Ground [Las aventuras subterráneas de Alicia, 1864] la concatenación de aventuras estrambóticas que vivía su pequeña protagonista. A partir de entonces, el manuscrito circuló –con rotundo éxito– entre sus conocidos, lo que animó a Carroll a publicar ese trabajo literario al año siguiente. Hasta llegar a ese momento, nuestro autor había tenido una existencia en la que una educación victoriana de clase acomodada y observancia religiosa se había completado, ya en su juventud, con aficiones peculiares, como los juegos  matemáticos recreativos –para los que estaba especialmente dotado y que le animaron a estudiar esta disciplina en la universidad–, la fotografía –entonces un arte incipiente y sofisticado– y la sátira literaria –cuya preferencia sobre otros géneros revela la necesidad de ejercer la crítica con socarronería y humor–. De aspecto taciturno y carácter tímido, Carroll padeció desde joven problemas de salud y algunas disfunciones (como sordera y tartamudez) que podrían haber agriado su temperamento, sin embargo, en su obra apreciamos el trabajo de una personalidad imaginativa, curiosa y juguetona, y quizá sean estos adjetivos los que sus lectores, con amplio consenso, apliquen a sus obras.

 

Manuscrito original de Alice’s adventures under ground (1864), que el autor regaló a Alice Liddell. El ejemplar se conserva en la British Library (Londres).

 

ALICIA EN SU TIEMPO

El 24 de mayo de 1865, apenas tres años después de aquella jornada de verano en que se concitaron las prisas del Conejo Blanco, la risa sardónica del Gato de Cheshire, las chifladuras del excéntrico Sombrerero, el gesto antipático de la despiadada Reina de Corazones y una Baraja de Naipes con vida propia, Carroll edita su libro en la editorial londinense MacMillan & Co., esta vez bajo el título de Alice’s Adventures in Wonderland. Tras una notable revisión del texto que conformaba el manuscrito anterior, había añadido dos capítulos y confiado la labor ilustradora a uno de los dibujantes de la revista satírica Punch, John Tenniel, quien, empleando la técnica del grabado en madera (xilografía), realizó uno de los trabajos por los que más se le recuerda.

La novela se convierte en un auténtico superventas, se multiplican sus ediciones y, pronto, se realizan traducciones a otras lenguas. El éxito de la novela –que llevaría a su autor a publicar, en 1871, la continuación de las peripecias desopilantes de Alicia bajo el título Through the Looking-Glass, and What Alice Found Here [A través del espejo, o lo que Alicia encontró allí]– reside, en buena medida, en un elemento novedoso: el peculiar tratamiento que Carroll aplica a un texto, en principio, pensado para niños. La literatura infantil de su tiempo era, exclusivamente, un género instrumental asociado con el proceso educativo, que tenía por objeto la transmisión de los valores aceptados por la sociedad del momento, lo que en la Inglaterra victoriana que conoció Carroll se resume en un proyecto educativo basado, además de en la instrucción, en la obediencia al adulto, el respeto de la tradición y la adopción de las formas consideradas adecuadas para la vida en sociedad, valores transmitidos con brutalidad (los castigos físicos y la humillación formaban parte de esta visión pedagógica) a los privilegiados que tenían acceso a la educación formal (que no se declaró obligatoria hasta finales de siglo). La infancia era, en líneas generales y salvo raras excepciones, una transposición de la vida adulta, que no contemplaba la especificidad del niño y donde cualquier atisbo de espontaneidad era ahogado. La irrupción de una obra como Alicia ofrecía una lectura refrescante para el niño, pero con unos resortes conceptuales capaces de fascinar al adulto.

 

Ilustraciones de John Tenniel para la primera edición de Alice’s adventures in wonderland (London: Macmillan & Co., 1865).

 

¿DÓNDE ESTÁ LA ‘MARAVILLA’?

La necesidad de superar el aburrimiento y de espolear las ansias de aventura está en el origen de la historia. La pequeña Alicia, que ve pasar las horas muertas mientras su hermana se entrega a una lectura poco atractiva (“sin diálogo ni grabados”), decide seguir el rastro de un apresurado Conejo Blanco que ha aparecido por sorpresa, vestido como un auténtico caballerete y dotado de lenguaje humano. La curiosidad llevará a la niña a introducirse en el agujero de la madriguera donde, supone, debe de vivir el conejo, y en ese momento penetra en una realidad desconcertante, construida a partir de una sucesión de juegos de lógica intencionadamente absurdos, que le plantearán desafíos que solo podrá superar con una buena dosis de ingenio. La irracionalidad que preside la vida de los peculiares habitantes de ese mundo surgido al otro lado de la conejera es la maravilla que promete el título, una suerte de inversión de la lógica mundana adulta… porque la intención del autor parece ser mostrarnos la visión de una mente infantil, desasida de los convencionalismos lingüísticos y de la constricción de ese constructo que damos en llamar ‘realidad’, mera convención social. Carroll parece buen conocedor del interés que, en su época, surge entre la comunidad filosófica a propósito del papel del lenguaje en la producción de sentido (Giro lingüístico), una tendencia que se asentará en el siglo XX y sin la que hoy no es posible interpretar muchas de las manifestaciones culturales de nuestros días. Alicia es un magnífico ejemplo del interés que este asunto despertaba en Carroll: pone de manifiesto –aunque nos produzca desconcierto– hasta qué punto el lenguaje es un constructor de realidad; si lo retorcemos, reduciendo nuestro pensamiento y nuestra conversación al absurdo, desaparece la lógica lingüística, pero no hay pérdida de sentido: la irracionalidad del lenguaje que emplean los personajes es el sentido último del lenguaje. Por eso, traducir como ‘sinsentido’ el término ‘nonsense’ que, comúnmente se asocia a este autor, quizá no sea del todo adecuado: el sentido se mantiene, pero de otra forma, hay que participar de una nueva fórmula para aprehenderlo, del mismo modo que un niño, cuando juega, entra en la realidad del juego aceptando su particular lógica. Que semejante idea vertebre una obra pensada, en origen, para un público infantil debió de resultar un acontecimiento liberador, y tiene la virtud de emancipar el texto de su función educadora a la antigua usanza.

Otro de los aspectos interesantes de la novela es su sugerente concentración de elementos simbólicos, en orden a transmitir un ideario en el que la curiosidad, alimento de la imaginación y de la inteligencia, se erige en la llave del conocimiento y de la comprensión, y que al parecer busca advertirnos de que ciertas convenciones –a veces necesarias– pueden reducir nuestra capacidad de entendimiento, animando al lector a una suerte de descolonización mental. Esta apertura hacia lo desconocido, a dejarse invadir por el asombro, a abandonar el apacible y aburrido entorno burgués en que transcurren sus días, convierte las desventuras de Alicia en un itinerario de aprendizaje alternativo, que no oculta la violencia y la injusticia propias del tradicional, pero al que su autor reviste con un efervescente humorismo, tan del gusto británico, rayano con el ‘joie de vivre’ y el espíritu retozón propio de la infancia.

Punzante humor inglés, encuentros inesperados, meriendas alocadas, ejecuciones imposibles y "frabullosos" acertijos, todo eso y mucho más para quien se interne en las páginas de este clásico imperecedero, que nos enseñó que la curiosidad no solo no mató al gato: le hizo soñar, vivir lo inesperado y, seguramente, ser un poco más feliz.

–[…] -`Wake up, Alice dear!' said her sister; Why, what a long sleep you've had!.        
–Oh, I've had such a curious dream!', said Alice […].
Alice’s Adventures in Wonderland, chapter 12

 

Cubierta de la edición crítica realizada por Martin Gardner (New York: Clarkson N. Potter, 1960)

 

BIBLIOGRAFÍA

Obra de referencia:  

Carroll, Lewis: The Annotated Alice: the Definitive Edition. Introduction and notes by Martin Gardner (New York: W W Norton & Co., 1999)
Para la consulta de algunas de las ediciones que han aparecido –en español– durante los últimos años, sugerimos visitar la selección realizada por Canal Lector.
Hay disponible una versión digital.

Obra especializada:

Dodgson Collingwood, Stuart: The Life and Letters of Lewis Carroll [1898]  Fairford: Echo Library, 2007. (Edición digital)
Fernández Bef, Bernardo: “Seducir lectores. El arte de las ilustraciones de John Tenniel”, en Casa del Tiempo (UNAM), nº 44 (junio, 2011), págs. 37-41. (Edición digital)
Manguel, Alberto: El sueño del Rey Rojo. Lecturas y relecturas sobre las palabras y el mundo. Madrid: Alianza, 2012
Reynolds, Kimberley: “Understanding Alice”. Artículo consultado en la web de la British Library – sección ‘Discovering Literature: Romantics and Victorians’. (Disponible solo en digital).

FILMOGRAFÍA

Alice in Wonderland (1951)  (V.O.)
Dir. Clyde Geronimi, Hamilton Luske, Wilfred Jackson
(Walt Disney Pictures)

Alice in Wonderland (2010)  (V.O.)
Dir. Tim Burton
(Walt Disney Pictures)

 
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