Con una naturalidad conmovedora y un conocimiento minucioso de la naturaleza humana e infantil, Morgenstern teje esta grata historia de familia en la que con unas leves pero certeras pinceladas perfila la personalidad de cada personaje, hilvanando con delicada lucidez las relaciones entre la niña Emma y sus dos abuelas. Con una naturalidad conmovedora y un conocimiento minucioso de la naturaleza humana e infantil, Morgenstern teje esta grata historia de familia en la que con unas leves pero certeras pinceladas perfila la personalidad de cada personaje, hilvanando con delicada lucidez las relaciones entre la niña Emma y sus dos abuelas.

Emma y sus dos abuelas

Cuando nació Emma, vinieron sus dos abuelas a ocuparse de ella, de su madre y de su padre. La madre de su madre dijo a Emma:
–Me llamarás abu.
La madre de su madre dijo:
–Yo soy la abuela.
Pero Emma no las llamaba. Sólo sabía llorar. ¡Buaa, buaa!
La abuela hacía la compra y cocinaba. La abu ponía la lavadora y se ocupaba de la casa.
Pero en cuanto Emma lloraba, las dos echaban una carrera hasta su cuna para ser la primera en tocarla. Afortunadamente, Emma lloraba mucho. ¡Buaa, buaa!