Violeta no es violeta
Violeta no es violeta. Pero lo fue una vez. O eso le han contado.
Fue violeta la primera hora de su vida, apenas después de nacer. Claro está, ella no se acuerda de eso. Pero hay cosas que no tenemos que recordar por haberlas vivido nosotros. Basta que hayan sido vividas intensamente por alguien cercano que nos lo pueda contar después, para que ese recuerdo ajeno pase a convertirse en un recuerdo propio.
Violeta no recordaba haber sido violeta. Pero su padre, sí.