Prosiguen las aventuras cotidianas, desternillantes, inocentes y absurdas de Marcos Mostaza y sus amigos, a caballo entre las escuela, la vida familiar y los sueños: Hanif ha decidido convertirse en escritor y ya ha escrito... ¡nada menos que dos líneas!; el abuelo forma banderas europeas con las pinzas de la ropa; Marcos bebe zumo de radio, mientras Lorena da puré de guisantes a un calamar, la tía Mariví come una mamaliga tras bailar el manele, el Betis está a punto de bajar a Segunda... Tercera entrega de las andanzas cotidianas de Marcos Mostaza. Es la primera vez que Nesquens mantiene literariamente durante tanto tiempo un mismo personaje. Pretende ofrecer a sus lectores el crecimiento de su protagonista y por eso se percibe tanto el paso del tiempo como la evolución y el crecimiento de los diversos personajes. En esta ocasión se les ve más sueltos, más reflexivos, más maduros pero sobre todo siempre honestos, naturales, espontáneos. Esa es la clave del éxito de la serie: su gran credibilidad y la cercanía de las situaciones descritas.
Prosiguen las aventuras cotidianas, desternillantes, inocentes y absurdas de Marcos Mostaza y sus amigos, a caballo entre las escuela, la vida familiar y los sueños: Hanif ha decidido convertirse en escritor y ya ha escrito... ¡nada menos que dos líneas!; el abuelo forma banderas europeas con las pinzas de la ropa; Marcos bebe zumo de radio, mientras Lorena da puré de guisantes a un calamar, la tía Mariví come una mamaliga tras bailar el manele, el Betis está a punto de bajar a Segunda... Tercera entrega de las andanzas cotidianas de... Seguir leyendo
Marcos Mostaza tres
Mamá es de esas personas que todavía muele el café en casa, en un molinillo eléctrico de los años setenta, en la cocina. Por lo que sea, desconfía de los paquetes de café ya molido. Un día le pregunté por qué dudaba del café molido que venden en los supermercados. Mamá me miró, abrió la boca, la volvió a cerrar y se encogió de hombros.
–¿Tienes miedo a que en uno de esos paquetes de café te puedas encontrar una uña de ratón? –insistí.
Ni una palabra como respuesta.