La fuerza de esta narración de las vivencias en África de una enfermera española reside en que el acento se pone en transmitirla como un testimonio en primera persona que, expuesto con sencillez, rezuma autenticidad. Lo novelesco está firmemente anclado en una realidad bien documentada y su intensidad es la que atrae al lector, que vive con la protagonista sus vicisitudes y como a ella siente removérsele la conciencia ante el cuadro social que descubre, si bien es mostrado con equilibrio y contención. Los valores humanos brillan en circunstancias tan adversas. La fuerza de esta narración de las vivencias en África de una enfermera española reside en que el acento se pone en transmitirla como un testimonio en primera persona que, expuesto con sencillez, rezuma autenticidad. Lo novelesco está firmemente anclado en una realidad bien documentada y su intensidad es la que atrae al lector, que vive con la protagonista sus vicisitudes y como a ella siente removérsele la conciencia ante el cuadro social que descubre, si bien es mostrado con equilibrio y contención. Los valores humanos brillan en circunstancias tan adversas.

Los guardianes del agua

Me llamo Paula, soy enfermera en un hospital de Madrid y siempre soñé con conocer África. Como muchos hombres y mujeres a lo largo de la historia, el sueño de África me ha perseguido durante mi vida aun antes de haber puesto los pies en sus tierras. Desde niña me atrajo el corazón negro del continente, lugares indeterminados de desierto, jungla y sabana, enigmáticos paisajes de belleza cruda que el hombre blanco tardó miles de años en explorar.
Mi abuelo fue cazador, aficionado a la caza de salón para ser más exacta, aunque los domingos se cargaba la escopeta al hombro, tomaba un tren al campo y por las noches regresaba con alguna perdiz en su morral.