Ser hijo único es difícil y más si de repente tienes que compartir tu mundo con un desconocido, aunque sea de tu familia. No es falta de generosidad, es, más bien, falta de costumbre. Miguel tendrá que aprender a vivir con otro niño. Tendrá que aprender a compartir su cuarto, sus amigos y... a sus padres. Una historia ágil, resuelta mediante diálogos y con un lenguaje sencillo y cercano a los chavales. Habla de la importancia de la generosidad, del respeto a lo diferente. Siempre llega el momento de convivir con alguien distinto y resulta estupendo tener un amigo con quien compartir lo vivido. Ser hijo único es difícil y más si de repente tienes que compartir tu mundo con un desconocido, aunque sea de tu familia. No es falta de generosidad, es, más bien, falta de costumbre. Miguel tendrá que aprender a vivir con otro niño. Tendrá que aprender a compartir su cuarto, sus amigos y... a sus padres. Una historia ágil, resuelta mediante diálogos y con un lenguaje sencillo y cercano a los chavales. Habla de la importancia de la generosidad, del respeto a lo diferente. Siempre llega el momento de convivir con alguien distinto y resulta estupendo tener un amigo con quien compartir lo vivido.

Un pastel con mucha mostaza

La carta llegó entre las felicitaciones de Navidad y la abundante propaganda. Estuvieron a punto de pasarla por alto y tirarla directamente a la papelera junto con los anuncios.
Miguel y su madre la examinaron en el ascensor. Era un sobre alargado de correo aéreo.
-Es de los tíos -dijo la madre de Miguel-. Su primera carta en siete años.
Miguel sabía que sus padres sólo hablaban por teléfono con los tíos muy de tarde en tarde, y que no se veían nunca. No se llevaban bien.