Aquel sofá no paraba de encoger y Golosina y Perrozoso se preguntaban a qué podía deberse mientras no paraban de comer. Cansados de tanto esfuerzo deciden irse a la cama. Pero al día siguiente, sorprendidos, comprueban que no sólo el sofá parecía haber encogido sino también la habitación. Ante esa inexplicable situación deciden encontrar una casa más grande, pero en el transcurso de la búsqueda ocurre lo inesperado.
Una vez más, el humor de una historia con tintes de cuento tradicional y unas ilustraciones llenas de fuerza y a cual más hilarante, son los recursos para poner a los lectores ante una problemática muy presente en los países desarrollados: la falta de esfuerzo, el aburrimiento que a veces se convierte en desidia, propiciado todo ello por una vida quizás excesivamente fácil.
Aquel sofá no paraba de encoger y Golosina y Perrozoso se preguntaban a qué podía deberse mientras no paraban de comer. Cansados de tanto esfuerzo deciden irse a la cama. Pero al día siguiente, sorprendidos, comprueban que no sólo el sofá parecía haber encogido sino también la habitación. Ante esa inexplicable situación deciden encontrar una casa más grande, pero en el transcurso de la búsqueda ocurre lo inesperado.
Una vez más, el humor de una historia con tintes de cuento tradicional y... Seguir leyendo
Golosina y Perrozoso
Golosina, que era una gata muy golosa, estaba sentada en el sofá cuando llegó Perrozoso, un can verdaderamente perezoso. Se acomodó junto a ella, como lo había hecho desde que eran pequeños. Pero hoy no lograban ponerse cómodos.
«¡Estoy muy apretado!», se quejaba Perrozoso. «El sofá ha encogido».
«¡Imposible!» contestó Golosina. «Creo que los almohadones han crecido».
«Puede ser», dijo Perrozoso.