El vendedor de cuentos
Me hierve la cabeza. Estoy preñado de cientos de ideas nuevas que emergen a la superficie sin cesar. Tal vez sea posible, en cierta medida, controlar los pensamientos, pero difícilmente se podría dejar de pensar. Mi alma rebosa de formulaciones divertidas, soy incapaz de conservarlas antes de que nuevas ocurrencias las repriman. No logro distinguir un pensamiento de otro. Rara vez consigo recordar lo que he pensado. Antes de que me dé tiempo a reflexionar sobre una idea, suele fundirse, transformándose en una idea aún mejor, pero también es ésta tan fugaz en su naturaleza que tengo que esforzarme por salvarla de la erupción volcánica de nuevas ocurrencias...