El signo del castor
Matt permaneció un buen rato en el borde del calvero después de que su padre se perdió de vista entre los árboles. Quedaba tan sólo una posibilidad de que su padre volviera, de que quizá hubiese olvidado algo o de que quisiera darle el último consejo. Matt se dijo a sí mismo que en esta ocasión no le importaría escuchar el consejo, por muchas que hubiesen sido las veces que lo había oído. Pero por fin hubo de admitir que nada sucedería. Su padre se había ido verdaderamente. Se hallaba solo, en una comarca por la que en cualquier dirección se extendían kilómetros y kilómetros de territorio deshabitado.