El ocupante
Llevaba corriendo más de veinte minutos, sin pararse ni una sola vez para recuperar fuerzas. Veinte minutos de una sola tirada y a buena marcha, como un atleta de verdad. Le ayudó el ejercicio de concentración: fijarse un objetivo (huir de los imbéciles que le perseguían), confiar en sus posibilidades (las carreras de la escuela, los notables en educación física, el footing de los sábados del verano con su padre en el pueblo) y una meta real (llegar como mínimo a la rotonda que hay a la salida del pueblo, desde donde se coge el carril para acceder a la autopista). El ejercicio, más o menos inconsciente, resultó ser un éxito: ya no veía a sus perseguidores...