Las maletas encantadas
Aquella primavera había llovido mucho. El bosque estaba más frondoso y exuberante que nunca. Tenía todos los verdes del mundo. Daba gloria verlos. La musaraña avanzaba a través de la hierba. Los tallos, más altos que ella, la ocultaban. Se abría paso con suavidad. La hierba le hacía cosquillas en el hocico. Yeso le gustaba mucho. De pronto, vio algo inesperado a poca distancia y se detuvo. Había un bulto extraño entre unos matorrales. Estuvo un rato observando. Luego se acercó un poco más, muy despacio.