Estar muerto
Lo primero que recuerdo del sábado es que la cabeza me dolía como si unos diminutos extraterrestres me estuvieran mordiendo por dentro para abrirse camino y salir por mi ojo izquierdo, y que mi hermano Dani estaba particularmente insoportable. Quiero decir, sé que me había levantado antes porque ahí estaba, vestida y sentada en el auto, pero afortunadamente no lo recordaba. Para mí el día había comenzado en el auto.