La corte de los prodigios
Tomás Felipe y yo dejamos atrás Sevilla y caminamos durante todo el día. Habíamos decidido tomar el camino que bordeaba el serpenteante curso del Guadalquivir y que nos llevaría a pasar por Tocina, Peñaflor y Posadas antes de llegar a Córdoba, veinte leguas de asfixiante andadura. Luego cogeríamos desde allí el camino real que llevaba a Toledo y seguiríamos hasta la Corte. La ruta, a pesar de ser muy transitada, era muy peligrosa.