La vida de Federico García Lorca y la mancha de su muerte han sido retratadas de muy diversas formas y desde perspectivas muy diferentes, de ahí el interés de este álbum en el que Carlos Hernández ha conseguido dar otra dimensión a su recuerdo a través de retazos de la memoria de los que lo conocieron. Doce miradas al autor en sepia y negro empañadas por el tiempo, pero en las que se mantiene vívido el sentimiento que provocó el poeta, desde el amor y la amistad más profundos al odio intenso. Un homenaje que demuestra, de nuevo, que Lorca está vivo, muy vivo, en la memoria.La vida de Federico García Lorca y la mancha de su muerte han sido retratadas de muy diversas formas y desde perspectivas muy diferentes, de ahí el interés de este álbum en el que Carlos Hernández ha conseguido dar otra dimensión a su recuerdo a través de retazos de la memoria de los que lo conocieron. Doce miradas al autor en sepia y negro empañadas por el tiempo, pero en las que se mantiene vívido el sentimiento que provocó el poeta, desde el amor y la amistad más profundos al odio intenso. Un homenaje que demuestra, de nuevo, que Lorca está vivo, muy vivo, en la memoria.
La huella de Lorca
–Hay que estar en la carretera al amanecer. Despierta al niño y que se vista. –Pero Tomás... Tu amigo Manuel ha dicho que aquí estaremos más seguros... –Amparo, yo sé lo que me hago. Nadie está seguro en ninguna parte... Anda, ve a por el niño.