Galileo envenenado
Aunque al hombre del tiempo le fastidie reconocerlo, hay tormentas que ni siquiera él puede prever. Existen feroces huracanes que dan sus primeros pasos en una tarde soleada, bajo un cielo despejado y en el más idílico de los escenarios. Por ejemplo, en el maravilloso jardín de Mateo Scarpaci, el rico comerciante de Pisa, donde ni las hormigas se preocupan de que puedan aplastarlas de un pisotón.