Anabel Vamp, una joven de estilo “vampiresco”; Sparks, un hacker muy listo; y el coronel Green, un exagente de la inteligencia británica, son los cazadores de pistas. En esta oportunidad, deberán descubrir el misterio de la momia viviente del Museo Británico. Y es que el jefe de seguridad, el desagradable señor Higgins, ha perdido sus ahorros en una partida de cartas, de lo que intenta aprovecharse el ganador, el mago Bud Truécanos, para robar valiosos tesoros del Museo, «haciéndose pasar» por la momia de Jasintimon.
Anabel Vamp, una joven de estilo “vampiresco”; Sparks, un hacker muy listo; y el coronel Green, un exagente de la inteligencia británica, son los cazadores de pistas. En esta oportunidad, deberán descubrir el misterio de la momia viviente del Museo Británico. Y es que el jefe de seguridad, el desagradable señor Higgins, ha perdido sus ahorros en una partida de cartas, de lo que intenta aprovecharse el ganador, el mago Bud Truécanos, para robar valiosos tesoros del Museo, «haciéndose pasar» por la momia de Jasintimon.
El misterio de las momias
Los Cazadores de Pistas llevaban once días en Londres y aún no había salido el sol. Sparks detestaba el clima británico, pero aún detestaba más lo que los ingleses llamaban smog, la mezcla de niebla y humo que siempre había en la ciudad.
–¿Es que en Londres nunca brilla el sol? –se lamentó el joven Sparks mientras miraba a través de la ventana.
La mañana era gris, tan gris como las diez anteriores mañanas. Sparks cogió un par de cacahuetes de la bolsa que tenía en la mano y masticó mientras miraba la calle.