Olivia se traslada con sus padres a la vieja mansión de la difunta señora McMartin. Está tal y como ésta la dejó, repleta de viejos recuerdos y con grandes e inquietantes cuadros adornando las paredes. Olivia se percata de que no está sola en la casa. En ella viven gatos, pero no son gatos normales porque hablan y, aunque no dan mucha información, la previenen sobre los peligros de la casa. Rebuscando en los cajones encuentra unas gafas antiguas y descubre que con ellas puestas puede atravesar los cuadros, pasear por las pinturas y hablar con quienes las habitan. Pero hay algo inquietante que se aproxima. Alguien la vigila y no parece tener buenas intenciones. Una historia inquietante que, con sentido del humor e inteligencia narrativa, conduce al lector hacia un mundo de fantasía en el que la protagonista vencerá sus miedos para enfrentarse a algo que se vuelve terrorífico.
Olivia se traslada con sus padres a la vieja mansión de la difunta señora McMartin. Está tal y como ésta la dejó, repleta de viejos recuerdos y con grandes e inquietantes cuadros adornando las paredes. Olivia se percata de que no está sola en la casa. En ella viven gatos, pero no son gatos normales porque hablan y, aunque no dan mucha información, la previenen sobre los peligros de la casa. Rebuscando en los cajones encuentra unas gafas antiguas y descubre que con ellas puestas puede atravesar los cuadros, pasear por las pinturas y hablar... Seguir leyendo
Los libros de Otrolugar 1. Las sombras
La señora McMartin estaba definitivamente muerta. Los vecinos tardaron algún tiempo en sospecharlo, ya que era normal que nadie entrara ni saliera nunca de la vieja casa de piedra de la calle Linden. Sin embargo, había varias pistas importantes que indicaban que las cosas en casa de McMartin no estaban como deberían estar. El buzón oxidado comenzó a llenarse de extraños y exóticos catálogos de compras por correo que finalmente se desbordaron por el hueco de la puerta de aluminio y cayeron a la calle. La gigantesca jungla de helechos que colgaban del techo del porche se desvaneció por la falta de agua.