Chucho chungo
En primer lugar: ¡cuando uno es un perro callejero, no se puede ser tan remilgado!
Quien chilla de esta forma es Pimienta. Tiene una voz agudísima. Sus palabras rebotan contra las paredes, el techo y el suelo de la cocina. Se mezclan con el entrechocar de los platos. Demasiado ruido. Perro no entiende nada. Se conforma con agachar las orejas y esperar a que pase el temporal. ¡De todas formas, no es la primera vez! Que lo llamen perro callejero no lo afecta. Sí, fue un perro callejero, ¡y qué? Nunca se ha avergonzado de ello. Pero, ¡por Dios, qué aguda es la voz de Pimienta! ¡Y hay que ver cuánto habla! Si no necesitara de las cuatro patas para mantenerse en pie con dignidad, Perro se taparía las orejas con las delanteras. Aunque siempre se negó a remedar a los humanos.