Con motivo del décimo aniversario del fallecimiento de la editora, escritora y ensayista Esther Tusquets, Kalandraka recupera uno de sus cuentos infantiles más famosos, publicado originalmente en 1979 en el sello que dirigió durante cuarenta años, Lumen. En la pradera verde, a orillas del río, vive un pueblo de conejos "bien organizado" en el que se establecen dos colonias y "todos saben muy bien lo que tienen que hacer". La sociedad está claramente parcelada y distingue férreamente entre los "negros" y los "blancos". La conejita Marcela es todo un ejemplo de fortaleza y valentía ante la incomprensión y el rechazo de los demás, que la creen diferente. Al nacer con un defecto en la vista le pusieron gafas... Como se defendía de los pisotones de los otros conejos a través de mordiscos, le colocaron un bozal en la boca... Pero un día huyó al bosque, tiró aquellos objetos que la oprimían y su vida cambió al experimentar la vida en libertad. Una fábula ideal para compartir en voz alta y generar un debate a partir de las ideas que subyacen en el texto, clara metáfora de actitudes racistas que siguen existiendo en el mundo contemporáneo. La obra, que ha envejecido con notable salud, aborda un tema por desgracia siempre de actualidad y supuso el primer trabajo editorial de la ilustradora María Hergueta, muy conocida por sus colaboraciones habituales en prensa (El País, The Wall Street Journal, Financial Times...); y por sus posteriores diseños en la narrativa para adultos.
Con motivo del décimo aniversario del fallecimiento de la editora, escritora y ensayista Esther Tusquets, Kalandraka recupera uno de sus cuentos infantiles más famosos, publicado originalmente en 1979 en el sello que dirigió durante cuarenta años, Lumen. En la pradera verde, a orillas del río, vive un pueblo de conejos "bien organizado" en el que se establecen dos colonias y "todos... Seguir leyendo
La conejita Marcela
En la pradera verde, a orillas del gran río, vivía un pueblo de conejos. El río bajaba muy frío y muy limpio de lo alto de las montañas, y junto a él crecía tierna y abundante la hierba. Había buena hierba y buen agua para todos. De vez en cuando aparecía un lobo o una zorra o un águila rapaz y robaba alguno de los conejitos más pequeños.