Cualquier guerra es difícil de entender porque ninguna debería tener sentido. Y menos para Musgo, un perro que vive con su familia, que adora a sus dos niños y que ve como, de la noche a la mañana, su mundo se viene abajo porque su casa es destruida por una bomba y, con ella, desaparecen sus amos. Sus peripecias por zonas bombardeadas, expresadas a través de la mirada inocente de un perro, consiguen que el lector descubra otro punto de vista sobre la Segunda Guerra Mundial.
Cualquier guerra es difícil de entender porque ninguna debería tener sentido. Y menos para Musgo, un perro que vive con su familia, que adora a sus dos niños y que ve como, de la noche a la mañana, su mundo se viene abajo porque su casa es destruida por una bomba y, con ella, desaparecen sus amos. Sus peripecias por zonas bombardeadas, expresadas a través de la mirada inocente de un perro, consiguen que el lector descubra otro punto de vista sobre la Segunda Guerra Mundial.
Musgo
Una fría mañana, mientras caminaba por la orilla del río para aprovechar el calorcito del sol, noté, levemente, una brizna, una pizca del olor de Janinka. Me paré y olfateé bien; no quería que se me escapara. Era un olor muy débil que flotaba y se movía como si fuera una semilla de diente de león o una bola de pelos de gato empujada por el viento. Era un olor que pasaba.