En este cuento hay que entrar sin la armadura de la lógica adulta, porque lo que contiene es la libertad poética de un texto abrazado por unas ilustraciones bellísimas, en absoluta armonía con las intenciones de lo que sugieren sus páginas. Lo que cuenta puede leerse como la historia de un hombre que disfruta haciendo juegos malabares con la vida, y se enamora, y comienza una historia de amor alimentada con acciones insólitas, piruetas fabulosas y tropiezos de los que siempre es posible levantarse. Una delicia para los sentidos.
En este cuento hay que entrar sin la armadura de la lógica adulta, porque lo que contiene es la libertad poética de un texto abrazado por unas ilustraciones bellísimas, en absoluta armonía con las intenciones de lo que sugieren sus páginas. Lo que cuenta puede leerse como la historia de un hombre que disfruta haciendo juegos malabares con la vida, y se enamora, y comienza una historia de amor alimentada con acciones insólitas, piruetas fabulosas y tropiezos de los que siempre es posible levantarse. Una delicia para... Seguir leyendo
Tropecista
Yo era muchas cosas diferentes: amasaba cruasanes con caras felices en una pastelería que abría de madrugada, pintaba cuadros de buhardillas a la orilla del Sena, pilotaba funiculares. He sido el cuidador de una isla desierta.
En una ocasión fui catapultado como hombre-bala en un circo de tres pistas.
A ella la conocí haciendo malabares. Lanzaba sus mazas al aire desde su acera, justo en frente de la mía. Su sombrero estaba repleto de monedas, el mío contenía pelusilla y una manzana mordisqueada.