La Academia Leila de la Esperanza se ha creado con la ilusión de que las chicas afganas de una pequeña aldea puedan estudiar y desarrollarse como mujeres libres. Allí vive y estudia Parvana con su madre, que es la directora, y con sus hermanos. La escuelita debe luchar contra la desconfianza de algunas familias que no creen que sea una buena idea que sus hijas estudien. Ahora Parvana está en prisión, detenida por las tropas extranjeras que ocupan el país. Pero ha decidido resistir y de su boca no sale ni una palabra, aunque su mente no para de bullir y entre rejas evoca su vida reciente: las dificultades de la escuela para mantenerse, los enfrentamientos con su hermana Nooria, su amor por la lectura, sus deseos de viajar, su amiga Shauzia…Cuarta novela de Ellis protagonizada por Parvana, quien nos muestra un Afganistán arrasado por la guerra y la intolerancia.
La Academia Leila de la Esperanza se ha creado con la ilusión de que las chicas afganas de una pequeña aldea puedan estudiar y desarrollarse como mujeres libres. Allí vive y estudia Parvana con su madre, que es la directora, y con sus hermanos. La escuelita debe luchar contra la desconfianza de algunas familias que no creen que sea una buena idea que sus hijas estudien. Ahora Parvana está en prisión, detenida por las tropas extranjeras que ocupan el país. Pero ha decidido resistir y de su boca no sale ni una palabra, aunque su mente no para de... Seguir leyendo
Mi nombre es Parvana
-¿Te llamas Parvana?
La chica con el polvoriento chador azul no respondió. Permanecía sentada sin moverse en la dura silla metálica y mantenía los ojos bajos. La tela de su chador le cubría la mitad inferior del rostro. Los hombres y las mujeres de uniforme que la observaban no eran capaces de decir si la boca crispada de la muchacha era un signo de que reconocía las palabras en inglés.
-¿Te llamas Parvana?
La mujer repitió la pregunta que había hecho el hombre, traduciéndola primero al dari y luego al pastún. A continuación, tras una pausa, lo hizo en uzbeko.
La chica seguía inmóvil.
-No contesta, señor.
-Ya lo veo, cabo. Pregúnteselo de nuevo.
-¿Tu nombre es Parvana?
En esta ocasión elevó el tono, como sin la falta de respuesta fuese una cuestión de volumen.