El anillo de Midas

Martín, el pastor, solía pasar el invierno en la Bardena cuidando de su rebaño. Las ovejas hacían todo lo que él les ordenaba. Pero a nosotros, los piojos, no nos cuidaba nadie y vivíamos a nuestras anchas bajo su boina. Hacíamos lo que nos venía en gana: dormir o jugar, correr o comer.
Quien no conozca la Bardena, si hiciera caso de su nombre, bien podría pensar que es una tierra verde.