Novela póstuma, este título se erige en un compendio de las características de la narrativa de Twain: la sátira como forma de exposición de la estupidez humana, el humor comedido que relaja la tensión de la crítica y -en consonancia con el humanismo de corte cristiano que cultivó este autor- la defensa del sentido moral como guía de la conducta humana. El encuentro entre tres jóvenes y un apuesto y viajado forastero, llamado Satanás, en el marco sociocultural de una Europa que ya ha abandonado la Edad Media, se concreta en una larga conversación en la que se reflexiona -no sin amargura- sobre la condición humana, tan imperfecta como digna de compasión. La llegada de Satanás trae a esta pequeña comunidad toda suerte de desgracias, que, en un ejercico de cinismo e inhumanidad, son presentadas como ocasiones ventajosas por el misterioso personaje, quien astutamente pone al descubierto la hipocresía, los prejuicios, la estupidez y el relativismo moral imperantes en la sociedad. Sin embargo, en medio de este lodazal humano, aún parece haber espacio para la bondad, la compasión y la valentía. Magníficas ilustraciones de Atak acompañan el texto.
Novela póstuma, este título se erige en un compendio de las características de la narrativa de Twain: la sátira como forma de exposición de la estupidez humana, el humor comedido que relaja la tensión de la crítica y -en consonancia con el humanismo de corte cristiano que cultivó este autor- la defensa del sentido moral como guía de la conducta humana. El encuentro entre tres jóvenes y un apuesto y viajado forastero, llamado Satanás, en el marco sociocultural de una Europa que ya ha abandonado la... Seguir leyendo
El forastero misterioso
Ocurrió en el año 1590 durante el invierno. Austria estaba muy lejos del mundo, dormida; allí aún reinaba la Edad Media y prometía quedarse para siempre. Algunos la situaban incluso más remotamente en el tiempo, siglos y siglos atrás, y decían que, según el reloj mental y espiritual, corría entonces en Austria la Edad de la Fe. Pero lo proclamaban como halago y no como calumnia, y así lo entendíamos y nos sentíamos orgullosos de ello. Lo recuerdo muy bien, aunque yo solo era un muchacho, y recuerdo también el placer que me causaba. Sí, Austria estaba muy lejos del mundo y dormida, y nuestra aldea se encontraba en medio de ese sueño, porque estaba en el centro de Austria.
Dormitaba en paz en el profundo retiro de una soledad de montes y bosques donde rara vez llegaban noticias del mundo que perturbaran sus sueños, y se sentía infinitamente feliz