La historia de este libro, montada sobre una pequeña anécdota, está llena de humor y de guiños a la literatura oral. Un contratiempo impide a la protagonista cumplir años y celebrar su aniversario a causa de unas traviesas velas que no se dejan apagar aunque se sople y se sople. Debajo de una aparente estructura gramatical sin complicaciones, reconocemos el buen hacer y la sabiduría de una escritora que sabe jugar -y lo hace bien- con el ritmo de las palabras y la dosificación a la hora de entregar la historia al lector.La historia de este libro, montada sobre una pequeña anécdota, está llena de humor y de guiños a la literatura oral. Un contratiempo impide a la protagonista cumplir años y celebrar su aniversario a causa de unas traviesas velas que no se dejan apagar aunque se sople y se sople. Debajo de una aparente estructura gramatical sin complicaciones, reconocemos el buen hacer y la sabiduría de una escritora que sabe jugar -y lo hace bien- con el ritmo de las palabras y la dosificación a la hora de entregar la historia al lector.
Las velas malditas
Cumplir años parece de lo más fácil. Pero tan fácil no es porque yo conozco una chica -Lulú es su nombre- que no pudo y no pudo cumplir años. Y eso que se esforzó la pobre. Pero no hubo manera: no pudo. Y todo por culpa de la tía Javiera y sus velas malditas. Es una historia escalofriante. Sucedió un 18 de marzo, que es el día en que siempre se empeña en cumplir años Lulú.