Juan Berrio, uno de nuestros mejores viñetistas, nos regala una deliciosa narración dibujada de las que nos reconcilian con el mundo, gracias a la presentación de un personaje redondo, dibujado con un trazo en el que se percibe el cariño que le profesa su autor. Un pequeño kiosco de refrescos como los que pueblan tantos grandes parques de las ciudades; un repostero-camarero que aguarda con paciencia, desde primera hora de la mañana, y con cierta desesperanza y hastío, cuando avanza el día, la llegada de clientes; transeúntes que no parecen decidirse a probar uno de los exquisitos cruasanes preparados por el preocupado propietario del kiosco; una hermosa joven que ha sacado de paseo a su perro y precisa de los servicios de nuestro personaje; una relación en ciernes que augura grandes momentos para sus protagonistas... Parece claro que el amor le alegra el día -¡y la vida!- a cualquiera. Encanto, delicadeza y una buena historia.
Juan Berrio, uno de nuestros mejores viñetistas, nos regala una deliciosa narración dibujada de las que nos reconcilian con el mundo, gracias a la presentación de un personaje redondo, dibujado con un trazo en el que se percibe el cariño que le profesa su autor. Un pequeño kiosco de refrescos como los que pueblan tantos grandes parques de las ciudades; un repostero-camarero que aguarda con paciencia, desde primera hora de la mañana, y con cierta desesperanza y hastío, cuando avanza el día, la llegada de clientes; transeúntes... Seguir leyendo