En la vida hay personas que dejan huella, pero también animales como los perros. El autor reconstruye su infancia y adolescencia a través de una serie de canes, comandados por el querido Fango, que evocan momentos felices, sencillas aventuras que de niños parecen epopeyas, y capítulos fundamentales de su educación sentimental; a la vez que recuerda las figuras de diferentes familiares y amigos como Antonio, que siempre quiso ser pastor. Las ilustraciones, dulcemente sobrias, convierten en inmortal cada cachorro y pequeño momento, y tejen un cálido acompañamiento en la emotiva travesía hacia la niñez.
En la vida hay personas que dejan huella, pero también animales como los perros. El autor reconstruye su infancia y adolescencia a través de una serie de canes, comandados por el querido Fango, que evocan momentos felices, sencillas aventuras que de niños parecen epopeyas, y capítulos fundamentales de su educación sentimental; a la vez que recuerda las figuras de diferentes familiares y amigos como Antonio, que siempre quiso ser pastor. Las ilustraciones, dulcemente sobrias, convierten en inmortal cada cachorro y... Seguir leyendo
Fango
Como no podía tener perros cuando era niño tuve libros. Libros en los que "vivían" perros, eternamente. Niebla, Buck, Argos, Kazán, Bari, Colmillo Blanco. En ellos me refugiaba, porque en casa ni hablar. Por aquella época, tener un perro en casa era una rareza. Y mi madre amaba los bosques y el mar, pero nunca sintió mucho aprecio por los perros. En cambio, sentía todo el aprecio del mundo por los libros.