Zulamar no tiene abuelo. Todos sus amigos tienen uno, pero ninguno se lo presta. Por eso, un día decide construirse a su propio abuelo. Y lo hace con objetos cotidianos: una silla, una sábana, una sandía... Al principio no funciona del todo bien, pero con creatividad, y mucho cariño consigue hacer realidad su sueño. Un cuento emotivo, lleno de sensibilidad y humor; que conseguirá emocionar al lector.
Zulamar no tiene abuelo. Todos sus amigos tienen uno, pero ninguno se lo presta. Por eso, un día decide construirse a su propio abuelo. Y lo hace con objetos cotidianos: una silla, una sábana, una sandía... Al principio no funciona del todo bien, pero con creatividad, y mucho cariño consigue hacer realidad su sueño. Un cuento emotivo, lleno de sensibilidad y humor; que conseguirá emocionar al lector.
El abuelo de Zulaimar
Zulaimar no tenía abuelo.
Pero todas sus amigas tenían uno.
El de Maria era alto como una palmera.
El de Lucía, redondo como una O.
El de Susana, con los ojos oscuros como el café.
Por las tardes iban con ellos al parque.
Tomaban helados.
Hacían dibujos en la arena.