El abuelo Tomatías muere una mañana y lo primero que hace Lobo, su nieto, es irse a esconder entre las milpas de maíz. Un poco porque no quiere que vean los mares chicos en sus ojos y otro poco porque sabe que su abuelo usará sus superpoderes y lo buscará donde él sólo sabe. Un picotazo de las ramas en su espalda, fue suficiente para que Lobo parara de llorar. Un libro que nos recuerda que cuando alguien se va, siempre hay trucos que nos ayudan a encontrarnos de nuevo. Es sólo cuestión de estar atentos.
El abuelo Tomatías muere una mañana y lo primero que hace Lobo, su nieto, es irse a esconder entre las milpas de maíz. Un poco porque no quiere que vean los mares chicos en sus ojos y otro poco porque sabe que su abuelo usará sus superpoderes y lo buscará donde él sólo sabe. Un picotazo de las ramas en su espalda, fue suficiente para que Lobo parara de llorar. Un libro que nos recuerda que cuando alguien se va, siempre hay trucos que nos ayudan a encontrarnos de nuevo. Es sólo cuestión de estar atentos.
Para los Rojos Camaradas
Sus dientes eran de mentiras y solo usaba camisas rojas. Coloradas. Del mismo color que mis cachetes cuando hacía como si no me conociera nada más por hacerme rabiar; o de sus orejas cuando nos contaba mentirotas y luego no podía aguantarse la risa. Para mi hermana siempre fue “Agüe”. Puaj. ¡Qué falta de imaginación! Pero no podía esperarse otra cosa de una hermana chica. Imagínense que su idea de “travesura” es pintarme monitos en la cara cuando estoy dormido. Pero a lo mejor la culpa no es suya sino de mis papás, que le pusieron el peor nombre del mundo: Ana