Guillermo Brown es un chico inquieto y fantasioso que siempre está tramando aventuras, con la entusiasta colaboración de su pandilla: Los Proscritos. Vive con sus padres y sus dos hermanos Ethel y Roberto, que son mayores que él y ya empiezan a tener amores. Ambos le quieren y él los quiere mucho, pero no acaba de entenderse con ellos: las normas y el comportamiento de los adultos le parecen absurdas e incomprensibles. Y cuanto más se esfuerza en ser un ''buen chico'', mayores son los desastres que causa.
Creado en 1922 por la escritora británica Richmal Crompton, Guillermo Brown llegó a España a mediados de la década de 1940 y alcanzó gran popularidad. Todos los niños de entonces lo leyeron, y ninguno de ellos lo ha olvidado. Hoy sus novelas –más de 30, ilustradas por el magnífico Thomas Henry– pueden parecer "antiguas" y muy ingenuas, pero conservan el encanto de un personaje redondo, modelo de todos los niños terribles posteriores, y provisto de un humor lleno de inteligencia y sentido crítico. Uno de los grandes clásicos modernos de la literatura infantil.
Guillermo Brown es un chico inquieto y fantasioso que siempre está tramando aventuras, con la entusiasta colaboración de su pandilla: Los Proscritos. Vive con sus padres y sus dos hermanos Ethel y Roberto, que son mayores que él y ya empiezan a tener amores. Ambos le quieren y él los quiere mucho, pero no acaba de entenderse con ellos: las normas y el comportamiento de los adultos le parecen absurdas e incomprensibles. Y cuanto más se esfuerza en ser un ''buen chico'', mayores son los desastres que causa.Seguir leyendo
Travesuras de Guillermo
La culpa de lo que vamos a contar la tuvo la tía de Guillermo. Estaba de buen humor aquella mañana y regaló al niño un chelín por haberse encargado de echarle una carta al correo y de llevarle unos paquetes.
Guillermo bajaba por la calle mirando pensativo la moneda. Tras complicados cálculos metales, basados en el hecho de que un chelín equivale a dos monedas de seis peniques, llegó a la conclusión de que podía permitirse el lujo de hacer las dos cosas que se había propuesto.