El siroco ha derramado en el desierto las palabras del poeta. Kinti descubre un pequeño tesoro, compuesto por una honda, un poemario, el Corán y un cayado, entre los restos de un camello. De los libros escapan los versos que transformarán su vida, una música distinta que se refuerza en boca de los seres queridos. Una partitura nunca antes imaginada que ha llegado hasta aquellas latitudes desde la península. Las palabras se fusionan con los elementos de la naturaleza y trazan un puente entre culturas a través de las potentes e imaginativas ilustraciones, de corte onírico, entre las que distinguimos al protagonista, constituyendo un sincero homenaje a Miguel Hernández. Aquellas rimas servirán a Kinti para seguir difundiendo la voz de la tierra e inspirar nuevas composiciones que acompañen su camino. El despliegue gráfico, nacido entre la bruma y el jaloque, impacta en el lector y despierta todos sus sentimientos.
El siroco ha derramado en el desierto las palabras del poeta. Kinti descubre un pequeño tesoro, compuesto por una honda, un poemario, el Corán y un cayado, entre los restos de un camello. De los libros escapan los versos que transformarán su vida, una música distinta que se refuerza en boca de los seres queridos. Una partitura nunca antes imaginada que ha llegado hasta aquellas latitudes desde la península. Las palabras se fusionan con los elementos de la naturaleza y trazan un puente entre culturas a través... Seguir leyendo
Silbo del dromedario que nunca muere
Cuando era un niño,
Kinti encontró bajo una acacia
los huesos de un camello grande,
un cayado muy usado y un zurrón de cuero
casi cubierto por la arena.
Miró alrededor,
pero no había mucho que mirar
salvo la vacía desolación del desierto. La ausencia.