El gigante de Glotolandia no es muy distinto a otros personajes similares a los que hemos ido conociendo y temiendo a lo largo de nuestra vida gracias a los cuentos. Es un tipo malhumorado, amargado, quejicoso y dañino, siempre al acecho de algún niño despistado que pueda servirle como aperitivo. Sin embargo, a nuestro glotón de sonrisa invertida le ocurre algo inesperado cuando contacta con el grupo de pequeños que ha fijado como próximo objetivo culinario. Una pequeña acción desencadena una serie de sentimientos que transforman su modo de vida y, de paso, la visión hacia ellos de todos los lectores que han tenido miedo en alguna ocasión. Acunado por expresivas y coloristas ilustraciones, el relato es un sencillo texto que aboga por la ayuda al prójimo como elemento regenerador de personalidades malvadas. La moraleja culmina un divertido homenaje a estos seres mitológicos de dimensiones y fuerzas prodigiosas.
El gigante de Glotolandia no es muy distinto a otros personajes similares a los que hemos ido conociendo y temiendo a lo largo de nuestra vida gracias a los cuentos. Es un tipo malhumorado, amargado, quejicoso y dañino, siempre al acecho de algún niño despistado que pueda servirle como aperitivo. Sin embargo, a nuestro glotón de sonrisa invertida le ocurre algo inesperado cuando contacta con el grupo de pequeños que ha fijado como próximo objetivo culinario. Una pequeña acción desencadena una serie de sentimientos que... Seguir leyendo
El gigante de Glotolandia
El gigante de Glotolandia era un viejo gruñón,
un cascarrabias que siempre se quejaba mogollón.
Cuando estaba hambriento, babeaba, se arrastraba y decía:
- ¡Ay, cómo suenan estas tripas mías!