La infanta Margarita quiere que le cuenten historias de amor mientras posa para Velázquez. Para complacerla, los personajes del célebre cuadro narran distintas historias sobre pasiones, traiciones y encantamientos, aventuras de peculiares príncipes y corsarios delicados, relatos trufados de amor y odio... Pero, ¿son verídicas o fruto de la imaginación de cada protagonista? Pacheco, uno de los artífices de –entre otras genialidades- Los electroduendes (La Bola de Cristal), y poseedor de premios como el Nacional de LIJ, Lazarillo de creación literaria o Nacional de Ilustración, construye una obra amena, original y de gran belleza utilizando recursos que beben las estructuras y dinámicas presentes en los cuentos medievales procedentes de oriente. Kalandraka recupera una novela fundamental en la historia de la literatura juvenil española, publicada originalmente a comienzos del siglo XXI. Incluye, al comienzo de cada capítulo, un esbozo de la pintura original que recupera a cada una de las celebridades que componen el lienzo.
La infanta Margarita quiere que le cuenten historias de amor mientras posa para Velázquez. Para complacerla, los personajes del célebre cuadro narran distintas historias sobre pasiones, traiciones y encantamientos, aventuras de peculiares príncipes y corsarios delicados, relatos trufados de amor y odio... Pero, ¿son verídicas o fruto de la imaginación de cada protagonista? Pacheco, uno de los artífices de... Seguir leyendo
Siete historias para la infanta Margarita
Diego Rodríguez de Silva y Velázquez abrió su taller mientras los innumerables relojes de los Reales Alcázares daban las nueve de la mañana. Lo recibió el consabido olor a aceite de linaza, que, aunque al pintor de cámara le resultara familiar y hasta reconfortante, podía molestar a alguna de las muy principales personas que esperaba recibir aquel día, todas ellas tan delicadas como próximas a la familia real. Por eso se dirigió, antes que nada, a las ventanas y, descorriendo los pesados cortinones que las cubrían, abrió sus postigos, dejando que la fresca brisa del Guadarrama inundara a la sombría estancia y se llevara el aire viciado.