A la hora de ir a dormir, los pequeños más remolones tiran de imaginación para inventar excusas surrealistas y, a menudo, desternillantes con las que evitar que se acabe el día. Armado de paciencia, el papá de la protagonista asume que debe cuidar a su amigo elefante como si fuese su propio hijo, y por tanto cumplir a rajatabla una serie de rituales y pasos que permitirán conseguir el objetivo final. El candor de las ilustraciones, que representan escenas cotidianas en cualquier familia con niños, y las expresivas tonalidades elegidas por la autora para captar la dulzura del relato, ensalzan la imaginación desbordante que desarrollamos en la infancia y homenajea aquellos inolvidables amigos invisibles, una fantasía normal en los niños de entre 2 y 7 años
A la hora de ir a dormir, los pequeños más remolones tiran de imaginación para inventar excusas surrealistas y, a menudo, desternillantes con las que evitar que se acabe el día. Armado de paciencia, el papá de la protagonista asume que debe cuidar a su amigo elefante como si fuese su propio hijo, y por tanto cumplir a rajatabla una serie de rituales y pasos que permitirán conseguir el objetivo final. El candor de las ilustraciones, que representan escenas cotidianas en cualquier familia con niños, y las... Seguir leyendo
Mi elefante no quiere irse a la cama
- Vamos, Ana -dice papá- Es hora de acostarse.
- ¡Pero mi elefante aún no se quiere ir a la cama! -exclama Ana-. ¡Primero tiene que comer!
- De acuerdo -responde papá- ¿Entonces le preparo un bocadillo de jamón?
- ¡Nooo! -exclama Ana. ¡Los elefantes son vegetarianos!