Por increíble que parezca, la historia que recoge esta obra es real. En San Fernando de Apure (Venezuela), el emigrante italiano José Faoro regentó una famosa joyería, no solo por la profesionalidad y las mercancías que ofrecía, también por la peculiar compañera que, a menudo, paseaba por el establecimiento. Su amor por los animales (al parecer su casa fue un auténtico zoológico), hizo que acogiera en el hogar a una pequeña cría de caimán que encontró cuando solo tenía tres días. Una bella historia de fidelidad que demuestra el afecto que pueden llegar a desarrollar los animales hacia nosotros, incluso aquellos que son clasificados como salvajes y extremadamente peligrosos, y que se alargó hasta la muerte del matrimonio que cuidó del reptil como si fuera un hijo. Mª Eugenia Manrique recoge esta bella narración, vivida en primera persona, junto al ilustrador Ramón París, que con un estilo cercano a la línea clara y emparentado con otros artistas contemporáneos tanto españoles como franceses, convierte el relato en una pequeña y delicada obra de arte, transformando los sentimientos en cautivadores retratos, fragmentos de vida y recuerdos para honrar a la protagonista, fallecida a comienzos de la década de los 90 pero permanentemente evocada en aquella localidad.
Por increíble que parezca, la historia que recoge esta obra es real. En San Fernando de Apure (Venezuela), el emigrante italiano José Faoro regentó una famosa joyería, no solo por la profesionalidad y las mercancías que ofrecía, también por la peculiar compañera que, a menudo, paseaba por el establecimiento. Su amor por los animales (al parecer su casa fue un auténtico zoológico), hizo que acogiera en el hogar a una pequeña cría de caimán que encontró cuando solo tenía tres... Seguir leyendo
La Caimana
Esta historia sucedió hace muchos años en San Fernando de Apure, una ciudad a orillas de un ancho río donde viven muchos caimanes. Sus pieles eran muy apreciadas por los cazadores que venían al río a buscarlos, y así fue como, cuando San Fernando tenía menos calles y menos habitantes, uno de esos cazadores dejó huérfanas a varias crías de caimán.