El inolvidable Michael Ende, de cuyo fallecimiento se cumplen 25 años en 2020, dejó escritos varios capítulos de una historia que ahora Wieland Freund retoma para insuflar vida a este proyecto póstumo. Durante la lectura no se aprecia el cambio de estilo gracias al afán del segundo por mimetizarse entre la prosa del autor de éxitos atemporales como Momo, La historia interminable o Jim Botón (recordemos que fue elegido por casi treinta escritores, ilustradores y especialistas de LIJ como uno de los autores más influyentes en el proyecto Indispensable en mi maleta de Canal Lector) Nos encontramos en plena Edad Media y el protagonista, hijo de titiriteros ambulantes, desea introducirse en el mundo del bandidaje para alcanzar de forma instantánea una mejor vida. Pero, ¿qué ocurre cuando el supuesto "maestro" no tiene las características que se precisan para llevar a cabo esa peligrosa actividad? Con todos los elementos tradicionales de los cuentos de hadas (dragones, magos, caballeros...); la propuesta destaca, como ocurre siempre en los libros que nos dejó en herencia este autor, por la originalidad, el gran trabajo en el diseño de los personajes, el ingenio narrativo y la adictiva prosa. Capitulo aparte merecen las ilustraciones que ha diseñado para la ocasión la artista alemana Regina Kehn, una colección de estampas que capturan con elegancia y color algunas de las escenas que se detallan en la trama. Pequeño manjar de corte clásico para el fin de semana.
El inolvidable Michael Ende, de cuyo fallecimiento se cumplen 25 años en 2020, dejó escritos varios capítulos de una historia que ahora Wieland Freund retoma para insuflar vida a este proyecto póstumo. Durante la lectura no se aprecia el cambio de estilo gracias al afán del segundo por mimetizarse entre la prosa del autor de éxitos atemporales como Momo, La historia... Seguir leyendo
Rodrigo Bandido y Chiquillo, su escudero
Capítulo uno
En el que desaparece el protagonista… y de repente
En medio de la oscura Edad Media, a media semana, y además
a medianoche, traqueteaba, avanzando a trompicones, un carromato
alto y cuadrado, tirado por tres burros, por una carretera
llena de baches y charcos. Rugía una tormenta horrible, y los
relámpagos y los truenos iban uno detrás de otro, tan rápido que
no se sabía qué trueno correspondía a qué relámpago. Llovía a
cántaros y soplaba un vendaval.
Al decir «la oscura Edad Media», nos referimos a una época en
la que no se había inventado aún la luz eléctrica, es decir, antes
de que vuestros abuelos fueran niños pequeños. Y de eso hace
sin duda muchísimo tiempo.