Muchos lectores habrán vivido una situación similar. Amigos a los que estábamos especialmente unidos en la infancia con los que, al llegar a una nueva etapa vital, apenas hay puntos de concordancia o con quienes diferimos totalmente en su planteamiento existencial. Este es el caso de los protagonistas de la historia, contada a través de una larga reflexión sobre el pasado que comienza cuando ambos personajes tienen 9 años y disfrutan de largos y felices veranos en un camping. La familia de uno es la extensión de la otra, las ilusiones y los ideales compartidos… hasta que el paso del tiempo resquebraja la sólida unión con su caprichoso devenir. El tono de rencor es evidente en los recuerdos que se dibujan, palabras que retratan con gran exactitud algunos de los sentimientos extremos que se viven en la adolescencia y en los que subyacen otras vivencias acaecidas en los mismos días. A través de esa labrada lista de agravios que conforman el cuerpo principal del relato, el lector descubre cómo la otra mitad del binomio empezó a ejercer una violencia real, no aquella con la que ambos "jugaban" durante su etapa más contestataria y que resumían en un mantra: para construir una sociedad mejor antes hay que destruir el sistema; provocando el estallido de miles de recuerdos. La obra, escrita con pasión por el escritor y guionista de cómic Pedro Riera, plantea interesantes dilemas morales y traza con pasión la historia de una amistad que podría ser la de otros muchos que crecieron juntos.
Muchos lectores habrán vivido una situación similar. Amigos a los que estábamos especialmente unidos en la infancia con los que, al llegar a una nueva etapa vital, apenas hay puntos de concordancia o con quienes diferimos totalmente en su planteamiento existencial. Este es el caso de los protagonistas de la historia, contada a través de una larga reflexión sobre el pasado que comienza cuando ambos personajes tienen 9 años y disfrutan de largos y felices veranos en un camping. La familia de uno es la... Seguir leyendo
Un relato de violencia
Motivos para guardarte rencor no me faltan, lo sabes, y
seguro que no necesitas que te los enumere, aun así te recordaré
tres, los más hirientes: la facilidad con la que me
dejaste de lado de un día para otro por tus nuevos amigos;
que le contaras a tu padre que la bolsa de marihuana
que encontraron en tu cuarto era mía; y que montaras
aquella bronca en la fiesta de Marga para que nos echaran
e impedir que me enrollara con Lola, ya que, en tu
opinión, no era la chica adecuada para mí. Así eras tú. Me
estropeabas el plan con el amor de mi vida y tenías la desfachatez
de asegurar que lo hacías por mi bien. Menudo
capullo arrogante estabas hecho.