Patricia García-Rojo ha diseñado, a partir de su imaginación desbordante -como ya demostró en anteriores y premiadas propuestas orientadas al público juvenil (Las once vidas de Uria-ha, El mar, Lobo)-; un nuevo universo poblado de personajes cautivadores y estamentos ficticios que, gracias a su adictiva narrativa, dota de credibilidad a través de una prosa desprovista de barroquismos. Los perceptores están unidos en clanes y algunos tienen el don de explotar al máximo las posibilidades que ofrecen los cinco sentidos. La protagonista de la historia, Kate, y su tío sin embargo llevan una vida independiente en Málaga (un intérprete más de la trama gracias a las certeras descripciones de rincones singulares de esta capital andaluza); y no asociada a ningún grupo, pero el asesinato de uno de esos virtuosos Alfas, como son denominados los que tienen la potestad de emplear en profundidad sus sensibilidades, aumenta el cerco sobre ellos, fugitivos durante media vida de las reglas establecidas y alejados del sistema. Oliver Galán es designado para tratar de revocar el status de Kate, dando pie a numerosas escaramuzas en las que tendrá ocasión de trabar amistad con otros perceptores y establecer relaciones muy especiales. La autora utiliza los primeros capítulos para desgranar este peculiar sistema organizativo y envolver a los lectores en una trama subyugante, repleta de referencias culturales, giros sorprendentes y un cliffhanger que aviva el interés por conocer el siguiente capítulo de la trilogía. La ilustradora Andrea Torrejón aporta una útil estructura de árboles genealógicos al comienzo de la aventura para no perdernos en la trama.
Patricia García-Rojo ha diseñado, a partir de su imaginación desbordante -como ya demostró en anteriores y premiadas propuestas orientadas al público juvenil (Las once vidas de Uria-ha, El mar, Lobo)-; un nuevo universo poblado de personajes cautivadores y estamentos ficticios que, gracias a su adictiva narrativa, dota de credibilidad a través de una prosa desprovista de barroquismos. Los perceptores están unidos en clanes y... Seguir leyendo
El asesino de Alfas
Kate se lleva las manos al vientre y nota cómo la sangre caliente
brota de la herida. Se deja caer contra la pared y, poco a poco, se
sienta en el suelo, conteniendo el aliento para que el olor a hierro
no se le meta en la nariz para lo que queda de tarde.
Nota cómo su corazón bombea acelerado y sus dedos se manchan, pegajosos. Cierra los ojos. Aprieta los dientes dominando la
rabia y el dolor.
Su tío la mira, impasible, de pie delante de ella, mientras limpia
la katana y la devuelve lentamente a su funda.
–Cúrate antes de que manches el suelo –le dice con total normalidad.
Kate encoge el estómago, enfadada.