El capítulo quince de la colección Miranda mantiene su estructura narrativa habitual para introducir la figura de una mujer, Hildegarda de Bingen, tal vez no lo suficientemente conocida a pesar de su increíble trayectoria vital, proclamada por el papa Benedicto XVI santa y doctora de la Iglesia (y la única a la que se le permitió predicar). Al igual que Leonor de Aquitania, Cristina de Pizán o Juana de Arco, está considerada una de las grandes figuras femeninas de una época tan oscura como el medievo, gracias a sus aportaciones en variados campos (música, astronomía, filosofía, medicina, ciencias naturales…) Revolucionaria, visionaria y contradictoria, todo en su biografía resulta sorprendente y tremendamente transgresor, tal y como nos cuenta la pequeña protagonista con un lenguaje cercano a los preadolescentes del XXI, pero no exento de rigor. Los lectores se sorprenderán al descubrir cómo era la verdadera vida cotidiana en aquellos años tantas veces recreados en novelas, series y películas, al mismo tiempo que descubren la firme voluntad y afán de superación que llevaron a la abadesa a convertirse en un personaje de referencia para muchos e ilustres contemporáneos. Ilustrado con la sensibilidad y buen gusto de anteriores entregas, este nuevo texto permite seguir sorprendiendonos a través de originales biografías especialmente concebidas para el sector de edad 9-11 años.
El capítulo quince de la colección Miranda mantiene su estructura narrativa habitual para introducir la figura de una mujer, Hildegarda de Bingen, tal vez no lo suficientemente conocida a pesar de su increíble trayectoria vital, proclamada por el papa Benedicto XVI santa y doctora de la Iglesia (y la única a la que se le permitió predicar). Al igual que Leonor de Aquitania, Cristina de Pizán o... Seguir leyendo
Hildegarda
Me llamo Miranda y tengo ocho años.
Me gustan las pompas de jabón, el olor de las tardes de lluvia y los pájaros que me caben en la mano.
Me gustan los caramelos de violeta y también me gusta jugar con las teclas negras del piano que hay en casa de mi abuela porque siempre suenan bien. Me gusta subir montañas y bañarme en los lagos helados, aunque a veces se me corte un poco la respiración.