A veces los sentimientos tristes ocupan nuestra cabeza e incluso físicamente los espacios en los que nos movemos, llenando nuestras estancias, reales e imaginarias, como si hubiera irrumpido un gran elefante al que es imposible expulsar. La pequeña protagonista de esta dulce y delicada historia observa como ese pesar ha nublado la existencia de su padre y de su abuelo, y necesita hacer algo para conseguir difuminar la oscuridad que se cierne sobre el hogar. A pesar de la sencillez narrativa de la que hace gala el autor, una cualidad sobresaliente pues consigue emocionar con pocos trazos (también en lo que se refiere a la parte gráfica, estructurada en pequeños dibujos realizados con plumilla); traza un profundo mensaje que calará hondo en los lectores. La empatía y la amabilidad son las banderas que enarbola el personaje principal para tratar de revertir la situación, dos valores tal vez más necesarios que nunca en las sociedades contemporáneas que aquí aparecen retratados en una trama, con sorpresa, que emana inocencia y buenos sentimientos, ideal no solo para lectores infantiles sino para los de cualquier edad.
A veces los sentimientos tristes ocupan nuestra cabeza e incluso físicamente los espacios en los que nos movemos, llenando nuestras estancias, reales e imaginarias, como si hubiera irrumpido un gran elefante al que es imposible expulsar. La pequeña protagonista de esta dulce y delicada historia observa como ese pesar ha nublado la existencia de su padre y de su abuelo, y necesita hacer algo para conseguir difuminar la oscuridad que se cierne sobre el hogar. A pesar de la sencillez narrativa de la que hace gala el autor, una cualidad... Seguir leyendo
El elefante
Cuando Olivia entró en la cocina, encontró un elefante sentado a la mesita de madera junto a su padre. Los dos tenían la misma expresión cansada y miraban por la ventana como si afuera hubiese un cuadro que nunca antes habían visto. La sombra del elefante, que llevaba un pequeño sombrero negro, llenaba la cocina de penumbra.
- Hola, papá -dijo Olivia.
Su padre apartó la cabeza de la ventana y la miró con los ojos llenos de nubarrones, de esos que anuncian lluvia.