Había una vez un hombre que tenía una cabra a la que amaba con locura. Aunque parecía pequeña lo cierto es que devoraba todo aquello que se ponía por delante. Y cuando decimos todo no nos referimos solo a alimentos, una amplia variedad de objetos formaban parte de su menú cotidiano: clavos de zapato, neumáticos de caucho, cristales quebrados... Su resistencia a la indigestión, a pesar de tan peculiar carta gastronómica, provocó un crecimiento desorbitado y, en consecuencia, resultar ganadora en todo tipo de ferias y concursos pero esa voracidad provocó también la enemistad con su fiel amigo, y que la vida del mamífero tomase oscuros derroteros. Pero la cabra se resiste, antes de llegar al final, de ofrecer nuevas sorpresas... Un texto divertido, dinámico y basado en una estructura acumulativa, compuesto en rima asonante a partir de la trama de una antigua canción popular canadiense recuperada por el autor en su faceta de cantautor, que bebe de una peculiar filosofía del absurdo y promete sonrisas a los pequeños lectores. El estilo gráfico, bañado en contrastes de colores de fuertes tonalidades, forma parte del adn que identifica a los grandes ilustradores de mediados del siglo XX, técnicas y diseños que transmiten libertad y que han influenciado a otros muchos artistas de ayer y de hoy.
Había una vez un hombre que tenía una cabra a la que amaba con locura. Aunque parecía pequeña lo cierto es que devoraba todo aquello que se ponía por delante. Y cuando decimos todo no nos referimos solo a alimentos, una amplia variedad de objetos formaban parte de su menú cotidiano: clavos de zapato, neumáticos de caucho, cristales quebrados... Su resistencia a la indigestión, a pesar de tan peculiar carta gastronómica, provocó un crecimiento desorbitado y, en consecuencia, resultar... Seguir leyendo