La conejita que protagoniza este relato, bellamente ilustrado por el autor coreano, se ha quedado sola en casa. El primer impulso es abrir la nevera y, siguiendo el ejemplo que tantas veces ha visto en los humanos desde el otro lado del cristal de la terraza, poner la mesa para comer algo; después decide darse algunos caprichos: ver una película, acicalarse en el tocador y, ¿por qué no?, disfrazarse con uno de los disfraces de la niña que vive allí. Saciando sus insólitas inquietudes intelectuales también hay tiempo para leer algunos pasajes de los libros, tocar el piano o investigar en el interior de los armarios. Una jornada distinta, sin duda, a las habituales que sirve a la liebre para hacerse algunas preguntas sobre los modos de vida de las personas. ¿Descubrirán sus dueños que ha estado deambulando por las habitaciones de algún modo?...
La conejita que protagoniza este relato, bellamente ilustrado por el autor coreano, se ha quedado sola en casa. El primer impulso es abrir la nevera y, siguiendo el ejemplo que tantas veces ha visto en los humanos desde el otro lado del cristal de la terraza, poner la mesa para comer algo; después decide darse algunos caprichos: ver una película, acicalarse en el tocador y, ¿por qué no?, disfrazarse con uno de los disfraces de la niña que vive allí. Saciando sus insólitas inquietudes intelectuales... Seguir leyendo
Una noche fuera
¡Mira! Ahí en el balcón hay alguien, sentado tan tranquilo.
¡Ah, sí! Es una conejita.
En la casa no hay nadie. La han dejado sola.
¡Anda, se han dejado abierta la puerta del balcón!
La conejita la abre con cuidado...