Durante siglos los gatos han buscado maneras efectivas de seducir a los ratones para, en un momento de descuido, satisfacer sus ancestrales tendencias gastronómicas. Sin embargo, aunque Mauricio parece haber encontrado esa fórmula ideal a través de la lectura, las diferentes pruebas narrativas le han granjeado, sobre todo, amistades. Por eso no es extraño que, a base de intentarlo, haya terminado por descubrir nuevos sabores (y, de paso, géneros literarios). La panorámica del vecindario, desde las ventanas del gran edificio, sirve como sugerente colofón a una simpática historia en la que el minino protagonista consigue llevar a buen puerto su sueño (y no es devorar roedores precisamente). Las ilustraciones, de trazo limpio y en las que se aprecian algunos recursos propios del lenguaje del cómic, están pobladas de referencias literarias y cinematográficas (desde "Tiburón", de Spielberg, hasta "Mary Poppins", "Matrix", los cuentos y leyendas populares o las obras completas de Roald Dahl). 

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