Las tintas y acuarelas de Rachele Aragno destilan un poderoso atractivo visual que atrapará a los lectores incluso aunque no conozcan las aventuras anteriores de Melvina. Como los propios aficionados al cómic que siguen sus andanzas, el personaje principal ha evolucionado y crecido, adentrándose en la adolescencia pero manteniendo intactas las cualidades que convirtieron aquella niña en una protagonista carismática y diferente a las que conocíamos. Las reacciones al comportamiento de algunos compañeros de clase muestran su vulnerabilidad actual, justo en el momento en el que recibe una petición de ayuda desde aquel lugar en la que un día, no hace tanto, fue feliz e importante. Este hecho oculta, sin embargo, aviesas intenciones con el objetivo de aprovechar su momento de debilidad y progresivo aislamiento. Alternando fantasía y realidad, con el maravilloso vehículo que constituye su lenguaje visual, la autora sondea en los miedos, dudas existenciales y complejos que no solo surgen en la adolescencia (la obra es igualmente interesante para el público adulto); a través de metáforas y analogías en un argumento que permite la lectura a dos niveles. Fumetto de alta calidad, ¿quién dijo que segundas partes no podían ser buenas?
Las tintas y acuarelas de Rachele Aragno destilan un poderoso atractivo visual que atrapará a los lectores incluso aunque no conozcan las aventuras anteriores de Melvina. Como los propios aficionados al cómic que siguen sus andanzas, el personaje principal ha evolucionado y crecido, adentrándose en la adolescencia pero manteniendo intactas las cualidades que convirtieron aquella niña en una... Seguir leyendo
Melvina y el secreto de la serpiente
-¡Ay! Mis huesos... ¡maldita humedad!
- Venga, seguid buscando, tiene que estar aquí...
- Ah... ¡Si me hubiese encargado yo de su educación!
-Siempre fuisteis unos blandos con nuestro sobrino.
- ¿Crees que podría haber sido de otra forma Suspirante? Cuando nos lo dejaron era tan pequeño que se me encogía el corazón de solo mirarlo...
-... ¿Y qué decir de Silbante? ¡Le enseñó el encantamiento soporífero, con el que nos durmió a todos para armar este lío!